La casa donde la música flotaba.Pepe Palma, indiscutible pianista de La Aragón.
Por Oniel Moisés Uriarte.
No pudo haber mayor satisfacción para mí, que convivir muy de cerca, con un genio de la música cubana, como fuera Pepito Palma, pianista de la insigne orquesta Aragón. Compartir el día a día con una de las personas que admiraba desde muy pequeño, me hizo sentir un ser privilegiado.
A Pepe le conocí desde los años que vivía en la calle Corrales del barrio de Jesús María, cuando los muchachos nos sentábamos en el quicio de la puerta desde donde escuchábamos el agradable sonido que le arrancaba al piano mientras ensayaba. Años después, siendo ya adulto, quiso el destino me relacionara sentimentalmente con su hija pequeña, quien desde que éramos muy jóvenes, me cautivara. Relación que me franqueara la puerta de su casa, donde pase a formar por un tiempo, parte del núcleo familiar de los Palma.
En la casa que viviera Pepe, en el Vedado, una vez por semana ensayaba la orquesta Aragón, poder compartir aquella sonoridad inigualable, de quienes han hecho historia en la música cubana, paseándola por el mundo a la vez que logrando el reconocimiento y valor del que hasta hoy goza, era un motivo de satisfacción tan grande que esperaba esos días con gran impaciencia. En aquellos ensayos podía en primicia, conocer los temas nuevos que montaba la orquesta, escuchar los ya consagrados y disfrutar de los más recientes éxitos. La orquesta se acomodaba en la inmensa sala de la casa donde mejor le venía a cada uno de sus integrantes, por lo que aquello más que ensayos, era como asistir a una gran descarga musical, amenizada por una de las más importantes orquestas fundadas en Cuba.
Cuando me tocara vivir de cerca la estrecha relación con la orquesta Aragón, ya Rafelito Lay hacia dos años llevaba la dirección de la agrupación y sus integrantes eran, Pepito Palma en el piano, Dagoberto González y Celso Valdés en los violines, Guillermo García en las tumbadoras, Julio Iznaga, en las pailas, Francisco Arbolaez en el güiro, René Llorente en la flauta, Orlando Pérez en el bajo, José “Pepe” Olmo y Rafael “Felo” Bacallao, cantantes. Roberto Espinosa en 1987 sustituye a Orlando Pérez en el bajo, cuando este pasa a tocar el piano al retirarse Pepe Palma por motivos de salud. Desde aquellos años, mi cuñado Pepito Palma, el menor de los hijos de Pepe, hacia las sustituciones a Panchito Arbolaez en el güiro hasta su retiro definitivo en 1994, que ya pasa a formar parte oficialmente de la agrupación.
Pepito Palma se retiró en 1987, después de haber estado 41 años en la orquesta y durante el tiempo que pude acompañarle intentaba no perderme ninguna de las presentaciones que La Aragón hacía en La Habana. Verle tocar el piano era como una terapia musical, sus manos pequeñas pero seguras, volaban sobre el teclado, arrancando los mejores sonidos que la música cubana puede generar, cuando un virtuoso, es capaz de sentirla y exteriorizarla como él lo hacía.
Sus últimos años en la orquesta, a Pepe Palma ya se le hacía muy difícil asumir la responsabilidad de las actuaciones en directo, la escasa visión le imposibilitaba moverse en el escenario, razón por la que decidía con mucho dolor abandonar definitivamente la orquesta. Esa decisión nos daba más tiempo para compartir en la casa, en la que pasábamos horas hablando de las experiencias y vivencias acumuladas en tantos años delante del piano, viajando por los lugares más remotos e insospechados del mundo. Pepe era un gran conversador y su carácter afable le hacía muy accesible a quienes le conocían en las distancias cortas.
Pero de todo las cosas que recuerdo haber compartido con Pepito, de forma particularmente entrañable, era, cuando los Lunes, tocaba el encuentro musical con la Aragón, en la hora del programa “Alegrías de sobremesa” de Radio Progreso. Sentados frente a la radio en sendos sillones, no perdía detalles de la actuación y mucho menos de las notas que sonaban a través del dial. Terminado el programa, muchas veces le acompañaba hasta el piano, regalo de Enrico Enríquez, sin dudas el mejor pianista que tuvo la orquesta de Oscar D´ León, cuando este en 1983 se presentara en Cuba y Enrico en reconocimiento al talento y admiración por quien consideraba un gran maestro de las teclas, le dejara su propio instrumento.
Entonces sentado al piano era capaz de reproducir las más emblemáticas piezas musicales de la orquesta, sin papel pautado alguno ante él, era sencillamente su vida lo que interpretaba en cada nota. Así fue José Palma Perelló, el sencillo, pero inmenso hombre que fuera, un pianista único, que con solo 20 años ingresaba en 1941, en la más grande de las orquestas que ha dado Cuba. Así le recordaré siempre, porque cuando en 1995 se apagara definitivamente su vida dejaba un vacio que solo la música que nos legara ha podido llenar.