Miradas - El Rincon Cubano

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Memorias > De la música a mis recuerdos
Miradas
Por Oniel Moisés Uriarte

Nuestras miradas se encontraron a través del cristal, me hablaste pero no escuchaba tu voz, porque solo veía en el brillo de tus ojos como mi cuerpo se iba formando dentro de ti en cada parpadeo.

Debe haber sido una interrogante necesaria, cuando repasabas una a una las páginas del documento que me mostraba sin secretos ante ti, por lo que mi sordera a tal demanda hizo que tus ojos brillaran intensamente, desdibujándome del espacio que sutilmente había ganado hasta esos instantes. El mismo instante que me pareciera el siglo que no viviremos, al negarme el azabache de tus ojos la mirada, primero, al cerrarlos en busca de paciencia, luego, al bajar la cabeza buscando un espacio en blanco donde sellar mí libertad inapelable.

No pronunciaste ninguna otra palabra, tu lacio pelo, tan negro como tus ojos, al levantar la mirada una vez más buscando la mía, como sutil cascada, dejó al descubierto solo una parte del rostro seductor que me hizo dudar por un instante si debía continuar lo que hasta allí me había llevado. Pero no, fui incapaz de decir una sola palabra y a falta de ella intenté esbozar una sonrisa que me devolviste al instante. De repente sentí como el recito se iluminaba con una luz muy radiante, logrando que el cristal que hasta ese momento nos separaba, desapareciera dejándonos desnudos uno frente al otro.

Así sucede cuando se encuentra inesperadamente la persona que nos quita el habla, obnubila el pensamiento y nos hace sentir mariposas en el estomago. Casi siempre nos toma de sorpresa y en lugares insospechados, llega sin avisar revolviendo todo nuestro interior, para dejarnos en estado de shock.

Así fue como te conocí, no sé si tú recuerdas el momento, yo si lo recuerdo como si fuera hoy, aun cuando han transcurrido veinte años, porque estuve a punto de cambiar el curso de mi vida, o al menos intentarlo si me hubieras dado la oportunidad de desatar los sentimientos, aunque mirándolo bien en la distancia, desde hace mucho tiempo, ya te había quedado agradecido. Estaba solo ante ti, nos separaba una fría cabina acristalada, cuando te entregué el pasaporte para que le pusieras el sello que certificaba mi salida de Cuba. Tú, vistiendo el impecable uniforme del funcionario de aduana me cautivaste, tu belleza me aturdió tanto, que ni cuenta me di que no estabas allí para que me enamorara perdidamente, sino para hacer más llevadera el amargo momento de la partida.

Lo que allí aconteciera no pasó de ser solo miradas, intensas, pero nada más que miradas, no hubo más, no hacía falta más. Cuando las miradas hablan por las palabras las emociones se convierten en ilusión y los deseos en imágenes, que en silencio entran en el alma. Y en mi quedaron atrapadas para siempre, o más bien yo atrapado en esa, tu imagen. Así han pasado los años y te sigo imaginando allí tras el cristal, morena como la virgen, bella hasta el cansancio y desechos los dos de prodigarnos tantas miradas.

 
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