Habana, hermosa HabanaPara el octogenario Miguel Cancio, volver a Cuba resulta “muy especial” porque le permite reencontrarse con la familia, con sus hijas a las que no veía desde hace tiempo; con sus nietos, a algunos de los cuales solo conocía a través de videollamadas. “Es una emoción increíble estar junto a la familia; sentir ese cariño, ese abrazo, ese calor que tenemos siempre los cubanos cuando estamos juntos. Nada se compara con eso”, afirma.
Y en esa vuelta a la semilla, pospuesta por causa de la pandemia, su casa, su barrio, su ciudad, ocupan un lugar de privilegio en sus sentimientos. Como lo han ocupado siempre en su memoria.
“Quiero visitar mi barrio de Belén; los muelles. Mi casa está ahí todavía, en Habana 1019, entre Desamparados y San Isidro, en el corazón de Belén. Ahí vive todavía mi familia, los primos que yo cargaba y dormía siendo un muchacho todavía, que ya tienen hasta nietos. Tengo muchos deseos de ir —dice—. Cuando yo entre por esa puerta y suba esa escalera, sé que no voy a poder aguantar el llanto. Y cuando salga a caminar por las calles, cuando pase por los lugares en que viví tantas cosas, en que fui tan feliz, por los lugares que tienen muchos recuerdos para mí, que son tantos, sé que va a ser tremendo. No he reaccionado todavía porque estoy recién llegado, y aún no he caminado, no he palpado la ciudad, pero sé que va a ser así”.
Si bien hace dos décadas que no pisaba su ciudad natal y sabe que no debe lucir como la que dejó atrás, Cancio asegura que su amor por ella sigue intacto.
“Aunque me digan que La Habana ya no es la misma, que si hay calles que están destruidas y otra serie de cosas, eso no hace menos mi emoción por regresar, por volver a ver esos lugares que conozco de toda la vida. Todos envejecemos. Yo no estoy igual con más de 80 años que cuando tenía 20; es la ley de la vida. Y La Habana, aun maltratada, aun envejecida, diría que es como una mujer bella que, aunque esté golpeada por el tiempo, la belleza, la gracia, las mantiene todavía. Para mí La Habana siempre va a ser bella: lo fue, lo es y lo será. Igual que Cuba”, añade.
Miguel asegura que el retorno lo hace “sin rencor de ningún tipo”, a pesar de cualquier diferencia o dolor del pasado. “Lo que pasó, pasó”, dice. “Somos todos cubanos, los de aquí y los de allá. Y Cuba es de todos los cubanos, de todos los que la llevamos siempre en el corazón, volvamos o no volvamos”.
“Podemos no estar de acuerdo en la forma de pensar; pero somos hijos de la misma patria, nacimos de la misma tierra, que es como la madre nuestra. Y el que no quiere a su patria no quiere a nadie”, comenta antes de besar una medalla de la Virgen de la Caridad del Cobre que lleva al cuello: “La Patrona, la adoro”.
“Yo soy ciudadano de Estados Unidos, le debo mucho a ese país; pero añoro a mi patria diariamente —insiste—. Por eso, estar aquí es como renacer. Me hace sentirme más cubano todavía, si eso fuera posible, y le pido a Dios que cuando me toque morir, me permita hacerlo en Cuba. Y si no es posible, quisiera que traigan a Cuba mis restos, mis cenizas; para descansar por siempre en ella. Ese es mi deseo”.