La historia de un reloj que pretende ser eternoCuba, un engranaje sin precisión en el tiempo.
Por Oniel Moisés Uriarte
A lo largo de la historia de la humanidad, los procesos sociales y políticos, bien pueden compararse al principio básico aplicado en la relojería, mecanismo que cuenta con cinco elementos necesarios para completar su función, en el que si uno de ellos falla, es imposible cumplir con su propósito esencial: transformar la energía en un contador del tiempo.
El reloj, como todo lo creado por el hombre, se supone a su servicio para indicar y medir el tiempo, nunca para perpetuarlo, para ello requiere de principios fundamentales como son: la energía, el engranaje, el sistema de escape, un órgano regulador y un indicador del tiempo. Hoy, a la vista de los acontecimientos que marcan el día a día de Cuba, su funcionamiento le asemejan al más antiquísimo y rudimentario de los relojes mecánicos hecho por el hombre.
Al igual que un reloj, cualquier proceso social necesita energía para moverse y ejecutar las tareas para las que ha sido creado. Cuba, en los inicios de su proceso socio político de los años sesenta, como principio básico de la ley de conservación de la energía (la misma que se aplica a un reloj) se transformaba, mientras, la cantidad total de energía que el mismo proceso aportaba iba funcionando sin apenas renovaciones, lo que le ha permitido permanecer invariable en el tiempo.
Por definición, en relojería, el tren de engranaje es la transmisión en la que existen más de dos ruedas que transfieren la energía para hacer funcionar el mecanismo. Cuba como un reloj, se animaba por la liberación de la energía acumulada y contenida en los últimos años del gobierno de Fulgencio Batista, a la vez que conectaba y engranaba con el pueblo con la finalidad de que este indicara el tiempo que duraría el proceso iniciado. Para ello, la energía generada por la revolución, se iba entregando de manera acompasada y con medida, conectado a un tren de engranaje, (la arenga política y señalización de un enemigo causante de todos los males del funcionamiento social) con la rueda de escape necesaria para que el proceso no se viera girando de manera acelerada y sin control.
Cada primero de enero, fechas en las que se ha cumplido otro año del triunfo de la revolución, han sido en sí misma el ciclo en el que un reloj completa su rotación, para comenzar en el mismo punto y así sucesivamente, sin variación y sin cambios.
El sistema de escape en un reloj fue ideado para contener la energía suministrada por su eje central, de no existir, la energía haría girar el tren de engranaje de manera desmedida. En la revolución cubana este sistema ha estado presente desde siempre, como recurso colocado entre pueblo, órganos de regulación y su eje principal. Su función ha sido espaciar el movimiento de desacuerdos surgidos a intervalos regulares, lo que ha suministrado energía al volante, erigido como único marcador del tiempo de todo un pueblo.
El ritmo del escape de los cubanos ha sido controlado a lo largo de estos años directamente por el órgano regulador de la vida social. El volante principal ha girado hacia una dirección conveniente trazada por su ideología, como recurso único, siempre volviendo a un ritmo de oscilación sumamente preciso, lo que se ha logrado gracias a la resistencia generada por la espiral de acontecimientos en las que Cuba se ha visto envuelta a lo largo de todo su proceso social, mientras que esta espiral ha estado sin lugar a dudas, sujeta al volante principal por su más importante eje sostenedor, un partido único.
Es importante señalar que la energía animada por la espiral de esos acontecimientos ha provenido del escape encontrado por los cubanos para resistir tantos embates a lo largo de años de revolución, los que involuntariamente han enviado impulsos constantes al órgano regulador a fin que el proceso haya oscilado a una frecuencia exacta, siempre a favor de la línea trazada por su eje principal.
El mecanismo de un reloj no serviría de nada si no existiera el indicador de tiempo. Para explicarlo de forma sencilla, en un reloj son la esfera y las agujas, quienes en su conjunto nos muestran la marcha del tiempo mediante un movimiento rotacional, conectado por piñones a la maquinaria que funciona en su interior. La revolución cubana ha tenido muy presente este principio, denominando cada periodo en su rotación, con un identificador alusivo a la campaña que daría comienzo con cada año iniciado.
Para que un reloj, al que se le tenga especial apego, perdure en el tiempo, hay que dedicarle un esmerado cuidado, aún cuando sabemos que este nunca va a ser eterno. Si al mecanismo que mueve un reloj no se le aplica el mantenimiento que demanda, el desgaste que sus piezas sufren por el constante rozamiento, termina por detener la marcha de la maquinaria. Nunca un reloj va a funcionar solo porque el eje principal se lo proponga.
De una vez por todas, es hora ya, que los responsables de esa revolución que se iniciara con la precisión de un reloj y que hoy intenta mantener el ritmo inamovible con el que se autentifica, entiendan que por no renovar las piezas principales con las que en su día echara a andar, se ha ido quedando sin marcar el tiempo, mientras que el tiempo ha seguido midiéndole, en el mismo orden que se ha resistido a la renovación, en el mismo orden que ha ido quedando obsoleta en su ruta, en el mismo orden que el discurso que en un momento le distinguiera, hoy ya es solo una infalible arenga caducada.
Es necesario para todos los cubanos, que el reloj de la historia vuelva a marcar el destino con la precisión que siempre nos ha distinguido. No vale un buen propósito si el resultado es el eterno sacrificio, más cuando este es solo aplicable a quienes conforman lo más importante de la maquinaria del reloj que ha movido, mueve y sin dudas seguirá marcando el tiempo de Cuba.