Cuando las aguas pudieron cambiar la geografía. Canal del Roque, proyecto que dividía a Cuba en dos partes.
Por Oniel Moisés Uriarte.
Muy cerca del poblado El Roque, perteneciente al municipio Perico, en la provincia de Matanzas, un caserío llamado Canaletas, fue el lugar donde encontré abrigo recién cuando mi madre dejara de existir físicamente. Un matrimonio amigo dio cobijo a mi pesar, en momento tan difícil como el que entonces atravesaba.
En las noches, muchas veces caminaba los tres kilómetros que le separaban del pequeño poblado, para encontrarme con amigos que conociera en los años que cumplía el servicio militar. También tuve un romance con una joven nacida en El Roque, lo que me hacía mucho más ameno visitar aquel sitio, en el que solo había un círculo social donde los pobladores jugaban al dominó, veían películas, o simplemente se encontraban para charlar hasta llegada la hora del sueño.
Por aquella muchacha conocí la historia del canal El Roque, un día que caminábamos por el pueblo buscando algo de intimidad y llegáramos a sentarnos en el tramo de un canal seco, cubierto de yerbas y lodo, que llamaba mi atención por el ancho y profundidad que la tierra mostraba en imperfecta cicatriz, abierta sin cura, ni remedio, pasado muchos años.
Conocedora y estudiosa de aquel episodio vivido en Cuba por la década de los cincuenta y que me contara con lujo de detalles, tuve la suerte de saber de buena tinta, datos muy relevantes de aquel hecho, en el que Cuba quedaría dividida en dos partes.
El Canal Vía Cuba o del Roque, como se le conociera, fue un proyecto que daría lugar a un canal para el tráfico marítimo que atravesaría la isla de Cuba de Norte a Sur comunicando el océano Atlántico con el mar Caribe. Remontándose el comienzo de su construcción a 1954 bajo el gobierno de Fulgencio Batista y Zaldívar.
La idea se concibió como solución a las inundaciones que provocaban los aguaceros en la zona de Jagüey Grande y Cárdenas, por lo que previa investigación, como posible solución, los habitantes de la zona, colonos y el estado, decidieron, para resolver tal dificultad, construir un canal de 30 metros de ancho y 2 metros de altura, obra considerada como una joya de la ingeniería hidráulica, donde se utilizaron equipos muy modernos para la época y a la que muchos consideraban una idea del presidente Batista, para dividir a Cuba en dos partes, por la que atravesaría el transporte marítimo, tal como el canal de Panamá, en viaje desde los Estados Unidos, facilitando el acceso a los puertos de América del Sur.
De aquel canal solo llegaron a construirse 51 kilómetros, con un ancho promedio de 40 metros y entre 2,5 y 5 metros de profundidad, las protestas por la construcción de tal infraestructura fueron generalizadas y en ellas participaron relevantes figuras de diversas áreas del conocimiento y de la sociedad y fue tanta la presión ejercida que el gobierno ante la poca credibilidad de sus pobres argumentos, llegó a reprimir a los que estaban en contra del proyecto.
El canal de El Roque, tan necesario para la economía y protección de la población de la localidad no escapó a la malversación y corrupción de los gobiernos de la neocolonia. Uno de los más enérgicos opositores al proyecto resultó ser José A. Echeverría, quién realizó diversas actividades, mítines radiales, marchas de protestas, etc, en los que demostraba al pueblo lo peligroso del proyecto, que caracterizó como una nueva Enmienda Platt, protestas que lograron desacreditar el proyecto, hasta evitar su ejecución.
Hoy me veo sentado una vez más en el muro de contención del canal, en aquella parte cercana al poblado de El Roque, escuchando una historia bien fundamentada, contada por alguien con profundo conocimiento, en su condición de historiadora del municipio y me vienen a la memoria los mismos pensamientos de por entonces. De haberse construido el canal nuestra isla hubiera quedado dividida en dos partes, que bien podían llamarse Cuba A y Cuba B, de una parte quedarían los cubanos de acá, de la otra, los cubanos de allá.
Rememoraba una situación vivida años antes en aquel mismo lugar, en la que uno de mis compañeros, que cumplía como yo, el servicio militar, se enredó sentimentalmente con una mujer del pueblo y aprovechando las largas jornadas que el marido de ésta, empleaba en las labores de la zafra, se colaba en su cama, hasta que un día le sorprendiera el ya puesto sobre aviso marido engañado y tuviera que salir por la ventana de la habitación, corriendo ropa en mano para no ser alcanzado por el afilado machete del agraviado. Filo que no le alcanzó, pero si fue alcanzado por el largo brazo de la ley, en la persona de un guarapito, como se le llamaba a la policía de los pequeños poblados en el interior de Cuba.
Entonces yo fantaseaba; si el canal hubiera estado hecho y Cuba dividida en dos, seguramente que mi sorprendido compañero lanzandose al canal, entonces del otro lado, en la Cuba B, por ejemplo, como territorios independientes, las leyes podían ser diferentes y así se libraba de pagar por el comprobado adulterio. Lo veía desde el otro lado, aún desnudo, pintándole monerías y haciendo burlas al desgraciado marido, que impotente, tenía que resignarse a aceptar la ventaja que le suponía al otro, el hecho mismo de pisar otra tierra.
Cierto que esto solo era fruto de mi fantasía, lo que si no entra en la fantasía, es que cuando en 1902 se planteo por primera vez el proyecto, estaba considerado el hecho de que la división de Cuba en dos partes significaría, la diferenciación territorial, donde existiría una parte más beneficiada y la otra parte, abandonada a su suerte. De cualquier manera, el proyecto allí quedó para la historia y la tierra matancera exhibe las huellas de lo que fuera su propósito. Yo lo viví, caminando muchos de los kilómetros que así lo atestiguan.