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Cuando un mal sueño confundió mi realidad.

Publicado por Oniel Moises Uriarte en Opinión · 22/10/2017 19:30:00
La actualidad de una Habana que agoniza.

Me he despertado hoy como nunca antes lo había hecho; sudoroso, con temblores y llorando. Una sensación muy rara me invadía, cuando sentado en la cama, secaba mis lagrimas e intentaba recordar lo que me había causado tan desagradable efecto. Entonces, cerrando los ojos, me asistieron cuadro a cuadro, hilvanados como escenas de una antigua película, las imágenes de aquel sueño en el que vi rostros que en alguna etapa de mi vida me fueran familiares y a los que intentaba asociar con nombres y apellidos que por entonces conociera.

Vinieron a mi memoria lugares por donde caminara en tiempos ya muy lejana e imaginaba olores de antaño relacionados con aquellos sitios. La música que en mi sentido sonaba, sin dudas era la que marcara aquella época de mis años juveniles.

En el sueño, me veía en medio de un lugar, donde todo lo que en principio me resultara cercano y reconocible, se iba convirtiendo en una burda imitación de sí mismo, mucho más desgastado, pestilente y ruidoso. A tientas avancé en la oscuridad que con cada paso se hacía más intensa, solo auxiliado por manos tendidas, que al contacto con mi cuerpo me resultaban entrañables, así pude sortear los obstáculos que se escondían en la penumbra, logrando llegar a un espacio donde la claridad volvía a reinar, y allí, reunidos en un gran coro, reconocí a mis amigos de la infancia, con los que jugué y crecí, a los que en mi adolescencia me acompañaron en las aulas, con los que compartiera mis vacaciones en el campo, aquellos con los que caminara las calles de la Habana, colándonos en cuanta fiesta juvenil se pusiera a nuestro alcance. En aquel lugar también estaban reunidos mis primeras novias, mis maestros, los vecinos del edificio donde nací y mi familia en su totalidad.

Aquella fantasía me resultó tan agradable, que por un momento fui muy feliz, pero solo por un momento, el breve instante que aquel idílico encuentro duró. Aquellos rostros se iban desdibujando hasta desaparecer totalmente y junto con ellos, al efecto del plástico cuando se derrite por la acción del fuego, desaparecían edificios, parques, escuelas, todo lo que un día pude conocer y compartir con mí generación.

El calor de todo lo que ardía me hizo correr hacia adelante buscando aire puro. Corrí hasta quedar sin aliento y llegué a un patio interior donde los rostros me eran totalmente ajenos, los pocos que pude reconocer estaban desencajados y tristes, al verme, esbozaban una sonrisa leve de satisfacción para en apenas segundos, volver a su íntima tristeza.

Volviendo sobre mis pasos a toda carrera, intenté salir de aquel lugar por una puerta muy custodiada, casi infranqueable, la que solo con fuerza de perseverancia e imaginación logré abrir definitivamente y salir por ella a un espacio exterior muy amplio, iluminado, donde reinaba el orden, la organización y la limpieza, un lugar donde los colores eran intensos y deslumbrantes, el lugar que me hacía sentir cómodo y con el que me identificara desde el mismo momento de poner los pies en su sitio.

Ya fuera, comprendí que, en lo más oscuro de mi sueño quedaron atrapados en la penumbra los silenciados, aquellos con los que deseo compartir tanta luz, y que también considero con derecho a tener la posibilidad de encontrar su puerta de salida, porque dentro, donde subsisten, la oscuridad se hace cada vez más intensa, los pasos inseguros y el aire que se respira está muy enrarecido.
Fuera, en el amplio espacio del universo donde me descubre el amanecer, respiro aliviado por despertar de tan cruel pesadilla y por saber que la mayoría de los que pudieron franquear la puerta, han encontrado el camino que, aun no siendo regalo para nadie, permite intentar al menos desatar el ingenio, el talento y la capacidad de crear.

Abro los ojos, despierto totalmente y vuelvo a la realidad. Una realidad que no es ni más ni menos que otras, es solo mi realidad, la que requiero para no ser solo un sueño, una intención o un deseo, una realidad donde el despropósito no cuenta entre mis opciones y la miseria no se reparte por decreto.

Pienso en los que ya no están, en los que se quedaron, en el que la mente abandonó su cuerpo al no soportar tanta desidia. Para todos ellos siempre mi corazón guarda un rinconcito donde arroparles. Pero cuando los sentimientos se me revuelven, saltan las alarmas, y el reparador sueño se trunca para convertirse en la insoportable pesadilla que cambia el ritmo de mi apacible vida.





Pasión por la radio.

Publicado por Oniel Moises Uriarte en Opinión · 22/3/2017 14:22:00
Pasión por la radio.
Por:Oniel Moises Uriarte

Formo parte de una legión de hombres y mujeres que nunca hemos tenido en suerte, recibir herencias económicas, ni títulos nobiliarios que avalen la estabilidad requerida para vivir sin preocupaciones por el resto de la vida. Solo con tesón, sacrificio y voluntad he podido garantizar que mi vida haya discurrido en presente desahogado y futuro medianamente protegido.

Lo que si tuve en suerte desde muy temprana edad, fue poder escoger la profesión a la que he dedicado mi vida, la comunicación, profesión que agradezco infinitamente a mi madre por haber descubierto, influido y estimulado.
Por supuesto que no bastó solo con descubrir mi vocación, ella tuvo que ser acompañada por la dedicación, el estudio y un constante espíritu de renovación, factores que sin lugar a dudas han generado el disfrute de una realización personal, con resultados positivos de inserción social.

Afrontar con valentía las decisiones que he tomado, también ha definido en gran medida el logro o el fracaso en los objetivos que me he trazado. Pero si algo realmente ha determinado definitivamente en mí, es la pasión que hasta hoy he puesto en cada una de las cosas que he emprendido.

Pasión en toda la extensión de su significado: ardor, entusiasmo, efusión, calor, ímpetu, exaltación. Pasión que es amor, razón por la que he intentado siempre Impregnar de tan profundo sentimiento todo lo que he creado, creo y sea capaz de crear, es la única herencia recibida en mi vida. Doy fe que nunca he podido alcanzar la realización personal si antes no se ha despertado en mí, ese sentimiento que es el amor.

Influye también el hecho de no haberme puesto limitaciones ante aquello que he sentido como una necesidad, para ello mi planteamiento siempre ha sido, “si puedo, lo intentaré y lo haré”. Mi razón y fundamento, no anteponer el miedo al fracaso sin antes haber probado la capacidad para enfrentar los retos.

A esta altura de mi vida en la que me he enfrascado en este nuevo proyecto de trabajo de hacer radio por Internet, concluyo que en sí mismo es un propósito al que se puede calificar de atrevido, como también puede considerarse como un proyecto audaz.

Atrevido, porque en momentos como los que se vive en España, dedicar un considerable espacio de tiempo a la realización de una labor no reenumerada, es algo extraordinario.

Audaz, porque en su realización hallo la alternativa de comunicación que no me brinda ningún medio, porque en su contenido puedo expresar el orgullo de mi identidad y porque en él se encuentran reflejados los valores culturales más auténticos que argumentan por qué Cuba es reconocida en el mundo entero como una nación culta. Pero lo más importante de todo, es la inmensa e incomparable satisfacción que me brinda cuando ya terminado el programa puedo escuchar “Con acento cubano” y saber que está llegando a muchas personas que lo reciben con agrado.

Una vez que el proyecto madura y se han ido sucediendo las emisiones he descubierto lo importante de hacer radio por Internet como una alternativa de comunicación tan necesaria en estos tiempos, a la vez que se ha ido convirtiendo en herramienta que elimina fronteras geográficas y acerca sentimientos. “Con acento cubano” no es más que un proyecto para ser compartido con todo aquel que en él encuentre que algo puede aportarle, fundamentalmente el disfrute de un espacio ameno, ágil y comunicativo, pero a la vez, fuente de conocimiento en su contenido. Es un proyecto hecho para multiplicar y dispuesto estoy a ello, poniendo mi experiencia a disposición de cuantos quieran aprender el oficio.




Cualquier tiempo pasado fue mejor.

Publicado por Oniel Moises Uriarte en Opinión · 22/3/2017 14:14:00
¡Cualquier tiempo pasado fue mejor…o no! 
El Periodo Especial en tiempo de paz y la opción cero.
Por Oniel Moisés Uriarte Para el programa “Cuba, tiempo y memoria” de radio online Con Acento Cubano.

Cualquier persona no nacida en Cuba y hasta el más joven nacido en la isla después del año noventa, al escuchar el término “Periodo Especial”, quizás no tengan ni la más remota idea a qué se refiere la frase que se puso muy de moda por entonces, pero ya puestos y enterados que este fue el momento más trascendental que marcaría el ritmo de vida de cubanos y cubanas, como resultado de la desaparición del bloque socialista. Si a este también le acompañaran el concepto “En tiempo de paz” y como complemento el de “Opción Cero”, estoy seguro que los ojos se les saldrían de las orbitas y la mandíbula inferior se les descolgaría, corriendo el grave peligro de no volver a su lugar dado el asombro que en todo su conjunto les causaría.

Desde finales del año 85, comenzaron a repetirse en Cuba palabras como “Perestroika” y “Glasnost” que escuchamos hasta muy entrado el año 91, equivalentes al concepto desintegración de la Unión Soviética y los países que componían el campo socialista. Ya para entonces ni la revista Sputnik podía encontrarse en aquellos quioscos que un día aparecieron por toda la Habana en los que se ofrecía desde un periódico, hasta una cortina de bambú.

El preludio de lo que se avecinaba se escucha en un discurso el 1º de Enero de 1990 donde se designa como “El año 32 de la Revolución” y en el que anuncia la muy próxima declaración en Cuba del “Periodo Especial en tiempo de paz”, aunque el 28 de Diciembre de 1989 en un encuentro con estudiantes en la Universidad de la Habana, se habla por primera vez de lo que sería ese momento, llegado el caso de ser aplicado. Ya en Marzo de 1990, en el V congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, se exhortaba a sus participantes a cuidar las prendas de vestir que lucían para la ocasión, ya que era muy probable que en el próximo encuentro, a la vuelta de unos años, tuvieran que volver a utilizarlas. Y así, dicho y hecho, como por arte de magia, comenzó aquel periodo, que por suerte para nosotros los cubanos la aplicación de la “Opción cero” fue solo un concepto que nunca llegó a aplicarse.

Instalado ya el Periodo Especial entre los cubanos y cubanas, de la noche a la mañana desapareció el mercado paralelo, como se le llamó a la red de establecimientos comerciales donde por un precio diferenciado se pudieron adquirir artículos personales, para el hogar, herramientas de trabajo o cuanto pudiera necesitarse para la vida cotidiana, todo ello, en un periodo de poco menos de ocho años, hasta llegado el noventa. Con la llegada de aquel Periodo Especial quedaba atrás la época en que los cubanos podíamos comprar las camisas Yumurí, los vaqueros Jiquí, Lois, Levis, las zapatillas Adidas, zapaticos de Primor para las féminas, los zapatos Sergio Valentis para los hombres, los juguetes básicos y adicionales para los más pequeños, los relojes Poljot, las cámaras fotográficas Zenit, los radios VEF o Selena, los aire acondicionados BK , las lavadoras AuriKa, los tocadiscos Arkkord, se acababa la asignación de los autos Lada, Moskvich o los Polkis, ya no se ofertaría nunca más la vuelta a Cuba y tampoco se podría optar en los centros de trabajo por los viajes a los países socialistas. Con la extinción del campo socialista todo aquello desaparecía como por arte de magia, al entrar Cuba de lleno, en su “Periodo Especial en tiempo de paz”.

Llegado el “Periodo Especial” Cuba se apagaba de punta a punta, pasamos a tener “Alumbrones” más que apagones eléctricos, las fachadas de casas y edificios comenzaron a decolorar de forma vertiginosa, eso cuando el mal era menor, pues la falta de mantenimiento provocaba la aparición en el paisaje urbano de apuntalamientos como medida de precaución ante la amenaza de derrumbes.

Los pocos más de 2500 ómnibus con que contaba la capital para su transporte urbano, habían envejecido, convirtiéndose en una necesidad imperiosa su sustitución, surgiendo así tres variantes de Ómnibus Girón fabricados en Cuba, luego el Ikarus 260 de procedencia húngara y por último el tristemente célebre “Camello”, monstruo automotor que desbordó la picaresca del habanero, cuando no agotara su paciencia o despertara los más salvajes instintos, fruto del desespero y la incomodidad. Con la desaparición vertiginosa de aquel parque automotor, en la noche Habanera se podía caminar por el centro de cualquier avenida por importante que esta fuera y hasta sentarse sobre su asfalto durante largo rato sin ningún tipo de preocupación, porque literalmente, como lo digo, no pasaba nada, nada de nada, ni autos, ni camiones, ni ómnibus, nada, bicicletas si, todas las que no habíamos visto a lo largo de nuestra vida.
Tener un automóvil en “Periodo Especial” se convirtió en todo un lujo para el cubano y ponerlo en marcha en todo un reto, ya que de los ciento veinte litros de gasolina mensuales que se asignaban a los propietarios, la cuota se redujo a veinte litros. Pero intentar convertir ese bono en líquido para el depósito del automóvil, era toda una epopeya, de ello puedo dar fe porque en lo personal lo viví. Recuerdo que en Marzo del 90 buscando una estación de servicios donde canjear el bono, las recorrí todas, una a una, desde la calle Merced en la Habana vieja, hasta encontrar una larga fila en la gasolinera del Mónaco, barrio perteneciente a La Víbora en el municipio 10 de Octubre, a donde llegara a las nueve de la mañana, invirtiendo ocho horas de paciente espera, hasta que me tocara mi turno muy cerca de las cinco de la tarde.
Con la llegada del año 90, mientras estudiaba en la Facultad de Economía de la Habana tuve que subir tres veces por semana, peldaño a peldaño, los diez pisos que me separaban de las aulas, los ascensores allí estaban de adorno. A diario entre semana, noche por noche, tenía que caminar más de cincuenta cuadras de regreso a mi casa y los fines de semana pedalear kilómetros y kilómetros sobre una recia bicicleta china, para ir hasta la playa de Bacuranao, al Este de la Habana. Aproveché para dejar de fumar dado el astronómico precio que llegó a alcanzar una cajetilla de cigarrillos. Reducir la alimentación y ceñirla a las escasas ofertas de por entonces, la masa cárnica, el picadillo de soja, el jurel, el fricandel, los chicharos y el arroz y mi hernia hiatal adaptarla a campear las crisis con el kilo de leche en polvo entera que tenía que estirar para que durara todo el mes.

Mirando la foto que tengo entre mis manos tomada en aquel año 90 cuando recién cumplía mis primeros treinta y tres años de vida, en ella estoy irreconocible, en un peso que ahora mismo ni con la más férrea dieta a la que me someta podría lograr reducir mi cuerpo a los apenas 60 kilos que por entonces tenía y aquel edificio donde nací, el mismo que sirviera de fondo a la fotografía, de ser un confortable y multifamiliar lugar de residencia, bastó poco tiempo de aquel periodo para que se le declarara inhabitable.

Para entender todo esto es bueno recordar que con la llegada en 1981 de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos y George.H.W.Bush como vicepresidente, se especulaba con la posibilidad de una agresión militar a Cuba. Por esa misma fecha los dirigentes soviéticos comunicaron a las autoridades cubanas que en caso de bloqueo, invasión militar o bombardeo a la isla, no intervendrían. A la etapa en que se llegara a esa contingencia extrema y a los planes elaborados para enfrentarla, se le denominó “Periodo especial en tiempo de guerra”.

En 1989, sin el apoyo material de la URSS, Cuba se vio en la misma compleja situación que en el caso de que el país hubiera tenido que enfrentar sin ayuda una agresión militar. Por tal razón al período de grandes dificultades económicas que comenzaba a vivirse se le denominó "Período Especial en Tiempo de Paz", o sea, si por entonces Cuba hubiera sido agredida, las consecuencias hubieran sido las mismas que las que vivimos sin producirse tal agresión…

En resumen, el “Periodo Especial en tiempo de paz” para el pueblo cubano significó, la decadencia de ciudades, pueblos y campos, deficiente abastecimiento alimentario, intensos cortes de electricidad, considerable disminución del parque automotor, desaparición casi total de su flota pesquera y mercante y la vuelta a sistemas rudimentarios de producción agrícola, por solo mencionar algunas de las tantas calamidades que tuvimos que sufrir en carne propia.

Y todo esto sin contar que aún nos quedó siempre una opción limite en caso de que el desabastecimiento hubiera llegado a ser total, esta seria “la opción cero”, lo que significaba para los cubanos, casi como volver a una sociedad y economía del siglo dieciocho, solución que que por suerte nunca se aplicó, con haber regresado al siglo diecinueve ya nos bastaba.

Pero si algo me anunciara que en Cuba las cosas no estaban funcionando bien, fue el hecho que el 26 de Diciembre de 1986 en la clausura de la sección de la Asamblea Nacional del Poder Popular escuchara la frase “Ahora si vamos a construir el socialismo”, afirmación que motivó me preguntara ¿y que hemos estado haciendo hasta ahora después de veintisiete años?

Por entonces trabajaba en el canal 6 de la Televisión cubana y en la sala Internacional veía los materiales que se recibían por satélite desde la Unión Soviética. Por asociación de ideas concluí que la frase mucho tenía que ver con el hecho de que ya para aquella fecha comenzaban a moverse los cimientos del campo socialista y no me equivoqué. Los tres años siguientes fueron puro espejismo en el oasis, y en el cuarto año, aquel 90, ya caminábamos en medio del desierto, abandonados a nuestra propia suerte.

Del saber popular siempre escuché decir la frase “Cualquier tiempo pasado fue mejor”… que nos lo digan o pregunten a los cubanos, a los cubanos que vivimos el “Periodo especial en tiempo de paz”. Sin lugar a dudas, ninguno daría por cierta tal aseveración, por haber sido el más difícil, doloroso y precario tiempo que nos tocara vivir.

Llegados a este punto y a manera de cerrar este capítulo, muy a propósito puede venirnos la canción que servía de presentación a “San Nicolás del Peladero” el programa humorístico de la televisión cubana que en su letra rezaba: “QUE TIEMPO AQUELLOS QUE YA PASARON Y QUE CONVIENE RECORDAR, PARA QUE EL PASADO SEA PASADO Y NO PUEDA NUNCA REGRESAR” ¿A que a muy a manos nos viene… no crees?.




Cuba… ¿existe?.

Publicado por Oniel Moises Uriarte en Opinión · 22/3/2017 14:01:00
Cuba… ¿existe?. 
Introversión de un emigrante cubano.
Por: Oniel Moises Uriarte.

En la misma medida que los años pasan, en mi memoria, se hace más remoto, el momento en que despegó del suelo patrio, aquel avión que sobrevolando el ancho mar Caribe, me convertía en emigrante. Desde entonces, viví la ilusión, de hacer de Cuba mi razón de ser, hasta que con el implacable correr del tiempo, aquella ilusión se fue convirtiendo solamente en intención, la de reafirmarme, que un día nací, crecí, me eduqué, sentí y viví a plenitud física, lo que ya hoy no es más que un recuerdo, imperecedero, pero recuerdo al fin. Y es esta la razón que me hace preguntarme cada día, ¿Cuba, existe? Es la interrogante más difícil que me he podido hacer en toda mi vida, por respuesta: sentimientos encontrados; por una parte, saber que geográficamente, sigue en el mismo lugar donde le dejara hace dos décadas y por otra, no pertenecer a ella, ya no por decisión propia, sino por decreto. De todas las respuestas posibles manifiesto, de propio sentimiento, las que me sirven de consuelo llegado el caso, aquí las comparto.

Cuba existe, yo la siento cerca de mi corazón, la llevo grabada en cuatro letras y una bandera sobre el tejido de la camiseta que cubre mi torso. Está en algún lugar, lo sé, porque veo en un mapa su forma de caimán dormido, descansando sobre la superficie del mar que le rodea y que de ella me separa; ¿Lejana? si, pero no por ello menos sensible. La veo, le siento, respiro sus olores y degusto sus inconfundibles sabores.

Cuba está siempre a flor de labios, me acompaña en fotografías que guardo con celo, como el tesoro mismo que para mi representan, aun, cuando muchas de ellas, ya estén descoloridas. Cuba va impresa en las letras de portada del libro inmenso que preside la sala de mi casa. Cuba va grabada en el llavero que gasto a diario con el roce de mis dedos. En la pequeña piedra de color negro muy brillante que me traje un día desde el Cobre y desde hace mucho tiempo siempre va en mis bolsillos. Cuba existe, en la enseña de tres franjas azules, dos blancas, triangulo rojo y una estrella solitaria, esa, mi bandera, la que adorna la pared del estudio, el pequeño espacio donde Cuba brota en mi voz, cuando hago patria frente al micrófono, o en el registro silencioso del sollozo, que se escapa cuando pretendo perpetuarla en alegrías, formando palabras de sentimiento puro. Cuba soy yo, fruto del orgullo de una solida identidad.

Cuba me acompaña con su música toda. En la clave musical que como reflejo incondicionado marco sobre cualquier superficie, al escuchar su contagioso ritmo. Con un buen bolero, me enamoro cien veces del mismo instante en que conociera aquella mujer que me enseño el placer del amor. Con una canción cierro los ojos y me dejo llevar por la intención. El son, la guaracha, el mambo o el cha cha chá, me estremecen y me hacen vibrar, motivando el cadencioso movimiento del cuerpo. Con la guajira, el punto y la controversia, vuelo raso por la campiña cubana, regresando a aquellos verdes parajes donde siempre me sintiera libre. La rumba me transporta al solar donde nací y saca de mí, con total orgullo, la negritud mezclada en mi sangre. La conga me envuelve con el repiquetear de sus tambores y me arrastra calle abajo en mis recuerdos, arrollando al compás de su música.

Cuba existe, en los rostros grabados para siempre en mi memoria, de aquellos que alguna vez me hicieran sentir amado, aunque muchos de ellos hoy, no sean más que nombres esculpidos, sobre frías lápidas.

Cuba va en mi acento, en la palabra obscena que tan necesaria se hace cuando airado defiendo el espacio ganado con constancia y sacrificio. En el fuerte tono de voz que tanto apetece cuando a gusto me reúno con mis compatriotas. Cuba sale desde el fondo de la botella de ron bien compartida, de los dicharachos que acompañan la partida de dominó o desde el sonido de la ficha al chocar contra la mesa cuando se tranca el juego. Cuba es ese sabor a cremita de leche que se deshace en la boca, es el exquisito e inigualable olor que emana desde la cazuela donde se cuece un buen potaje de frijoles negros. Cuba es la mesa en la cocina, lugar ideal de la casa donde mejor comparto con quienes me visitan. Cuba está en mi mesa servida sin distinción de razas, creencias religiosas o inclinaciones políticas.
De Cuba me traje una forma muy particular de caminar, mi presumida forma de vestir, el esmerado cuidado del aseo personal, la galantería y caballerosidad heredada de mis elegantes predecesores, pero fundamentalmente me traje los más sagrados valores que también heredara: El amor incondicional y respeto que profeso por los mayores, los niños, la mujer, la familia y los amigos.

Cuba es mi todo y mi nada, existe, aunque solo sea en mis recuerdos, existe en la nostalgia o la euforia que me asiste, en el empeño por hacerla cercana, palpable, reconocible. Cuba se que existe en algún lugar que se me hace distante, pretérito, inaccesible. Mi Cuba, la Cuba mía, la que yo viví, un día le hice espacio en mi equipaje y partí. Con ella me marché para no irme nunca, con ella vivo desde entonces en cualquier lugar. Cuba va conmigo a todas partes, por eso, se que existe.

Y sé que le quiero, aunque solo sea una forma de expresión, porque amando a Cuba, amo el recuerdo de mi primera escuela, de mi primera maestra, de aquella letra que entraba con sangre y hoy me guarda de faltas ortográficas. Amo el recuerdo del tan deseado granizado que me esperaba siempre en la puerta al finalizar las clases, las habituales peleas entre alumnos, el juego de pelota en las cuatro esquinas, las bolas, las postalitas y la niña que un día pretendí fuera mi novia para toda la vida. Amo el recuerdo de la merienda compartida con aquel que no la tenía. Amo el momento cumbre en mi vida de descubrir en La edad de oro, aquel pequeño y desvencijado libro de Martí, la fuente de inspiración que me acompaña desde entonces. Amando a Cuba, como yo le amo, amo la niñez que tuve y disfruté a plenitud.
Cuba existe y lo sé, porque me duele, porque siento el mismo dolor lacerante y profundo de su agónico sufrimiento. Porque por dentro me corroe el tiempo y la distancia que se empeña en hacer borrosos sus paisajes, lugares y afectos. Cuba me duele desde el dolor mismo de ser extraño donde nací, prodigando mi condición de forastero en propio suelo o en cualquier otro que habite. Cuba existe en el dolor que me hace sentir el hecho de ser convertido en ajeno para quienes quedaron sumidos en la penuria de un día sin mañana, pero mucho más ajeno soy para aquel que como yo, un día marchara y hoy culpa de sumisión a quien subsiste, algo muy fácil de atribuir desde la ostentación. Del que agoniza puedo entender que juzgue mi ausencia, pero del que juzga al agonizante me separan kilómetros de sentimientos, con el no coincido en posicionamiento beligerante.

Cuba existe, estoy seguro de ello, porque siento vergüenza de ver el derrotero a donde le lleva la obcecación y la vergüenza solo puede sentirse, cuando el propósito en el que una vez creí, pudo ser mejor que el resultado que hoy me hace ruborizar. Vergüenza siento cuando alguien manifiesta compasión por lo mal que la pasan los de allí, los que viven sobreviviendo en ese lugar de donde vengo. Cuba existe en la vergüenza que siento cuando escarban buscando miserias materiales para restregar ante mis ojos, que no miran a otro lado, que las ve y las reconoce, pero que no son menos vergonzosas que la miseria humana de quien de ella se vale para lucrar y ofender.

Pero no todo es oscuro, Cuba se que existe, como futuro inmediato y destino para la esperanza quimérica, sin esperar soluciones mágicas, ni mucho menos mendrugos acompañados de imposiciones, ya bastante de esa dosis le ha tocado. Cuba solo requiere ahora de voluntad y buenas intenciones, para que cubanos todos, converjamos en puntos comunes: En el de la reconstrucción, en la armonía, en el respeto a la diversidad y el estimulo a la creación. Esa es la Cuba que necesitamos todos, los de dentro y los de fuera: ¿Es utopía? Lo fuera, si todo lo aprendido en años de privaciones y añoranzas, no lo ponemos al servicio de un proyecto sensibilizado, con las necesidades básicas de un pueblo. Pueblo al que no le queda otra opción que sacudirse el polvo del camino y con fuerzas renovadas avanzar hacia la convivencia donde quepamos todos, ya.

Hoy miro hacia atrás para ver el camino recorrido a lo largo de estas casi seis décadas de vida, y me pregunto: ¿Que he hecho?, ¿qué hago?, ¿qué haré?

Y por respuesta siempre concluyo: Todo cuanto hice, allí quedó, todo cuanto hago, aquí se queda y todo cuanto pueda hacer, será, para que lo que hice y hago, pueda quedar como testimonio del camino abrupto que nos ha tocado transitar y no queremos para nuestros hijos.

¿Cuba…existe? 

Si, Cuba existe, aunque para mí, como para muchos como yo, pretendan otros, hacerla inescrutable. Creo, y lo digo desde lo más profundo de mis sentimientos, que ya es tiempo de que aquellos que legislen el futuro de Cuba lo hagan contando, como dijera Martí, con todos y para el bien de todos.




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